
Me resisto a la ley vigente en tu reino,
aunque sé que en ese suelo,
tú,
eres la autoridad.
Traspasando los límites de lo que es correcto,
me salto la señal...
Cruce peligroso de conductas temerarias.
Palabras sin frenos se interponen en el camino.
Girando en la rotonda:
la razón da vueltas en un círculo perfecto.
Al otro lado:
el corazón se incorpora bruscamente provocando el accidente.
Afortunadamente: no hubo heridos.
Tras dar parte amistoso de los daños,
para ampararse en lo seguro,
la ofensa cedió el paso a la defensa.
Basándome en los hechos, señoría, me declaro:
CULPABLE Y REINCIDENTE AMANTE DE LAS LETRAS.
(Aguardo su sentencia)