El Sr. Nougat debía entregar su pedido a las 23 horas en el distrito 12. Aquella noche de diciembre nevaba en la ciudad, así que tendría que salir con tiempo, el tráfico a cinco días de Navidad era insoportable y él, que estaba a punto de jubilarse, se encontraba cansado y torpe para andar con prisas y tan cargado.
Ésta sería, por fin, su última salida.
La Ciudad de la Luz de noche, le regalaba una vez más, todo su esplendor.
Desde lo alto podía ver los maravillosos tejados, las cúpulas de sus iglesias favoritas, los puentes, los canales...Pasó cerca de su nueva casa: su futuro nido en la flecha de Notre Dame.
Allí pasaría el resto de su vida, en su dorado y merecido retiro.
La terraza del hospital Saint-Antoine tenía una buena zona de aterrizaje y un lugar reservado para las cigüeñas de su compañía. En cuanto posó sus largas patas en el suelo, la comadrona Madame Accouchesse, se le echó encima para arrebatarle su paquete.
La campana de la iglesia de St. Martin sonó once veces, menos mal, llegó justo a tiempo.
El veinte de diciembre de 1973 a las 23 horas y 10 minutos, la pequeña Annabellee, abrió sus grandes ojos por primera vez. Vio la luz y sonrió.
La habitación del hospital estaba llena de flores y globos de todos los colores.
Unos peluches sonrientes observaban los pasteles con cara golosa y las botellas de champán al abrirse, parecían una sesión de fuegos artificiales anunciando una gran fiesta.
Un hombre vestido de payaso repartía puros con orgullo y una serie de extraños personajes comenzaron a desfilar por allí para ver a la recién nacida.
Las enfermeras se miraban entre ellas asombradas, intentando confirmar si aquello que estaban viendo, estaba sucediendo en realidad o era un sueño.
Alrededor de la niña, habían montado un circo al completo, el mayor espectáculo del mundo:
su original familia.
(para la manada, con todo mi Amor)