A de Ausencia




Ahora brillas en lo alto de un cielo despejado de conciencia.
Late en mi vientre tu ausencia y de lo más bajo se desprende estéril, un sueño abortado.
No, no respondas hoy a las preguntas de ayer,
mejor mañana, mañana, que el mañana nunca muere.
La paciencia para después.
Tú guarda, guarda,
que el que guarda siempre tiene.
¿Y el que tuvo?
El que tuvo, retuvo.
¿Y en cien años?
En cien años...
todos calvos.
No hagas eso.
No sigas por ahí que te veo venir, mocosa.
No lo vuelvo a repetir,
no me gusta este juego de los mensajes secretos,
ni descifrar números ocultos,
ni perder el tiempo.
Las cosas claras y el chocolate espeso.
Mírame de frente, a la cara, lo prefiero.
Y si me descubres un pelo de tonto,
dime dónde está que me lo guardo de recuerdo.
Y ya está bien. Basta ya.
Hazla callar como tú sabes.
Adelante.
Abre la boca y cierra los ojos.
Vamos, sé buena, traga,
todo dentro,
así, tú traga con todo,
que ya te aviso yo,
te lo prometo.
Así me gusta, princesa,
quieta estás más linda.
Luego te irás y me dejarás sin postre,
castigada, porque tú sabes lo que me conviene.
Tú mandas.
Silencio.
Todo sale hacia otro lado, desaparece,
se va cuesta abajo.
Se rueda.
No mires atrás en el bosque de sombras,
la niña abandonada te persigue
como mosca cojonera,
siempre, siempre detrás de ti.
A cada paso que das se crece,
se hace mayor,
tarde o temprano te alcanzará.
Se hará mujer y será sola,
de esas que son un mundo aparte.
Hecha para ti a tu medida,
así la deseaste, así la proyectaste,
a tu imagen y semejanza.
Permanecerá inmortal reflejada en tu arte.

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