El ruido del viento en el trigo le trajo, de nuevo, el recuerdo de su amigo. No volvió a saber de él desde aquel día en que le regaló su secreto como despedida.
Sin embargo sentía, de alguna forma, que todavía se pertenecían y que se necesitaban el uno al otro.
Fue algo especial el habernos encontrado-pensó el zorro mientras observaba el horizonte desde su madriguera.
Yo no me dejo domesticar tan fácilmente y menos por un humano cualquiera-repetía a menudo, tratando de convencerse de que su instinto, no le había fallado por haber confiado así en aquel extraño.
Imagino que estará muy ocupado en su planeta, pasando el tiempo con su rosa...quizá él también piensa en mí alguna vez...a lo mejor, ahora mismo, por eso estoy tan alegre y agitado-dijo el zorro en voz alta.
De un salto se levantó sobre sus patas traseras y comenzó a girar sobre sí mismo, moviendo el rabo, loco de contento.
Ecuchó música a lo lejos y cayó en la cuenta de que era jueves, su día libre.
Bajó paseando hasta la viña para ver desde allí, el baile de los cazadores con las muchachas del pueblo.
Sintió ganas de acercarse y bailar con ellos.
-Imposible-pensó-tan pronto me vean se asustarán e intentarán dispararme. Sólo ven a un zorro como los demás: un peligro para sus gallinas, una buena piel para abrigarles o aún peor, un trofeo de caza.
Al zorro le invadió una profunda tristeza, de esas que se te agarran por dentro y no te sueltan.
-Si al menos pudiese llorar...suspiró.
Se sintió solo por primera vez en su vida. Nunca había sido tan consciente de que su mayor deseo, era compartir sus secretos con alguien todos los días, no sólo en un momento preciso.
-Buscaré a alguien de mi especie que me vuelva salvaje, crearemos nuevos lazos y juntos, seremos responsables de nuestra feroz naturaleza.
Y así fue como el zorro abandonó su segura madriguera y se puso en marcha por los inciertos senderos del destino.
FIN
